En Hutong (Lagasca 81) la estrella es el pato laqueado. Y todo gira en torno al ave. Pero en los márgenes se pueden tomar algunas recetas innovadoras, con un acento tropical. Y una variedad de dimsum sobresalientes porque dominan la receta tradicional. No se pierden en añadir elementos afrancesados: se ciñen al mundo clásico de estos envoltorios que entre los palillos se convierten en una lágrima, delicada, untuosa, rellena en algunos casos de un caldo ligero y sabroso. Un detalle nos llama la atención: en todas las mesas hay algún cliente chino. Y algunas están ocupadas por completo por familias asiáticas.
En Hutong oficia un maître venezolano que habla un español con aires canarios. «Solo los canarios me identifican como venezolano», nos advierte al final de la comida, ya en la puerta, donde comentamos que el local está lleno al mediodía. Entre semana ofrecen un menú que tiene mucho éxito entre los habituales de la milla de oro, los chinos que conocen las sutilezas del local y algún turista de compras. Es apreciable el tono tropical de una entrada que consiste en unos langostinos envueltos en una capa de mayonesa y fritos en una tempura rodeada de filamentos de patata. El bocado es suculento, manejable, y muy bien preparado. Aquí el Caribe respira con los ojos rasgados.
Llegan después los dimsum. Los de Hutong tienen un aire tradicional. En muchos chinos han optado por un relleno que pierde la esencia asiática. Innovar está muy bien, pero el interesado en la tradición apreciará una selección en la que se mezclan la carne con el caldo, el cerdo, la ternera, el marisco. Alguno lleva un interior de sopa humeante y cargada de sabor.
Pero la estrella es el pato laqueado. El de Hutong es singular. Aquí también siguen la tradició de Pekín, a pesar de lo complejo de prepararlo: 18 pasos, 24 horas de maceración y casi una hora en un horno hecho expresamente a mano, en el que utilizan madera de árboles frutales. El resultado es un pato jugoso, de carne perfumada. Para medir el grado crujiente de la piel, delicia suculenta del pato laqueado, sirven de antemano un aperitivo con un fragmento cubierto con un pellizco de caviar. Solo el pato merece el viaje a Hutong.
Después de dar cuenta de medio pato, en crepes con salsa de reducción, verduras y membrillo, afrontamos el tramo de los postres. Esta es siempre una asignatura delicada en los restaurantes asiáticos. En Hutong está bien resuelta. Los helados son excelentes, y el Finger de coco y piña vuelve a tener ese acento tropical, marcado por una salsa dulce de sésamo que conjuga bien con las frutas. La atención es excelente, tienen comida para llevar, y servicio a domicilio. Pero les recomiendo visitar el local. El espacio es pequeño, pero está muy bien organizado, de tal forma que es fácil tener intimidad. La decoración es amable, los colores discretos, y los detalles te recuerdan que estás en un restaurante asiático, pero sin insistir demasiado.