Los buenos restaurantes de polígono son como oasis. Compiten por la atención del conductor, del oficinista, del mecánico del taller, de la trabajadora de un call center, del dependiente de un outlet. ¿Qué tienen todos ellos en común? Seguro que les gusta comer bien, lo quieren hacer todos los días, no quieren maquillajes en la comida, buscan un trato cordial y saben que un buen lugar para hacerlo es una moneda de cambio. El que conoce un buen restaurante en la comarca tiene algo que ofrecer a sus colegas: te voy a llevar a un buen lugar para comer. Eso es Impass Gastrobar. Todo lo que ofrece es un homaneja al sabor, sin complejos. Y en el centro, la carne.
Javier Sánchez abrió Impass Gastrobar, en un local que tiene algo de americano: una fachada transparente que se abre sobre el aparcamiento de un Makro, como si fuera el escenario texano de una road movie que transita por los nolugares del mundo. Me hubiera gustado llegar a bordo de una Harley. No tengo moto, así que me muevo en utilitario, siempre nervioso cuando se trata de salir de una vía rápida para encontrar el restaurante sin equivocarme de calle. En Madrid esto es difícil, porque la presión de los conductores es mucha. Así que uno llega al Impass Gastrobar como si fuera el último oasis del desierto. Javier está en la parrilla con el aspecto de ser un «Ángel del Infierno» de buen corazón.
Estamos en Alcobendas, por el norte de Madrid. Desde el inicio, Impass Gastrobar nos dice que aquí se sirve tradición con un aire desmelenado. El salmorejo se sirve con aguacate, aceite extravirgen y sal negra, en un tarro de los que se usan para las conservas. Entre la barbacoa y el picnic, salen de la cocina hamburguesas y platos de pasta, platos de cuchara y legumbres, y nos llega nuestro San Martín con un torrezno glorioso, rotundo, denso de grasa y proteína, sano como un paseo por los pinares de Soria, un torrezno colosal del que aportamos un detalle notarial. Solo por ese torrezno ya merece la pena el viaje. Entre la parroquia que acude a Impass Gastrobar hay señores de corbata y sombrero, y otros vestidos con polos de publicidad.
Esa sociología transversal que diría un tertuliano es la prueba de que los humanos, de derechas o de izquierdas, de arriba o abajo, tenemos en común el gusto por la comida y la civilización de los buenos bares y restaurantes. Una buena cocina se abre para dar felicidad, y no para hacer proselitismo. Las gambas al ajillo de Impass Gastrobar vienen acompañadas por un salmorejo que les da modernidad y les regaja lo rústico. Y el tomate con ventresca, pleno de sabor de uerta, lleva un aliño intenso en el que juegan su papel las guindillas.
La carne es sabrosa, soberbia, y los pimientos que le ponen la bandera roja son seda carnosa. Un restaurante que sirve bien a los carnívoros tiene un buen carnicero al que cuida y paga con rigor. La buena mesa llega hasta los postres. El flan de queso casero con un fondo de toffee es una delicia. Viene en un tarro, de nuevo en un tarro, como en un picnic. Insisto, todo tiene un aire muy logrado de restaurante de carretera en el que un viejo rockero ha puesto una cocina donde hace muy bien lo de siempre, lo que siempre ha funcionado, la cocina con sabor acentuado, ese sabor que vas evocando en tu memoria mientras le das gas a la moto.
Impass Gastrobar
Dirección: Calle de San Rafael, 2,
28108 Alcobendas, Madrid
Teléfono: 913 75 90 36
Web: impass.eatbu.com
Menú del día: 13,50€
