Iniciamos en FANFAN una serie sobre los grandes escritores de la novela negra, un género que nos ha aportado, además de tramas de alta intriga que atrapan al lector desde la primera página, una mirada debajo de las alfombras de la corrección política y social.
En este caso habría que decir novela amarilla, el giallo en italiano. En Italia el género tiene color negro desde que Mondadori le pusiera ese fondo a las primeras portadas de sus ediciones del género. A Scerbanenco lo descubrimos gracias a Camilleri, que lo nombra como uno de los grandes del género, junto a Chandler, al romano Gadda o al argentino Marco Denevi, del que les hablaremos en otro capítulo de esta serie con el pretexto de su gran novela: Rosaura a las diez.
Un extraño encargo
La gran novela de Scerbanenco es Venere Privata. Duca Lamberti, un médico expulsado de la profesión por haber practicado una eutanasia, acaba de salir de prisión, donde ha cumplido tres años de condena. Días después de su excarcelación recibe el encargo de un viudo rico: debe acompañar día y noche a su hijo, un joven de cuerpo grande y alma silenciosa que lleva un año entregado a la bebida. El padre lo ha intentado todo: desde la persuasión a los golpes en la cara con un atizador. El atizador siempre nos recuerda a Muerte entre las flores, una de las primeras películas de los hermanos Cohen.
Lamberti acepta el encargo a cambio de una buena paga. El viudo rico se va de viaje, y deja a Lamberti solo con su hijo. La primera pesquisa que debe hacer el médico es una investigación para llegar al fondo de un alma cerrada a cal y canto. ¿Porqué un joven veinteañero está entregado al güisqui? ¿Es por una simpleza de mente como sospecha el padre? ¿Se trata de problemas de relaciones con las mujeres? Lo que descubre Lamberti es una realidad muy diferente, oculta a los ojos de una sociedad, la milanesa, que entraba en aquellos años (los sesenta) en la era del consumismo.
Una ciudad protagonista
Como otros autores de novela negra, Scerbanenco convierte a la ciudad en el verdadero protagonista. Milán, con sus cielos oscuros, la niebla persistente, el sol avaro; con sus barrios que limitan con el campo y crean zonas ocultas al centro de las ciudades. “Las pequeñas diosas de la sociedad de consumo mueren en los prados de la periferia, dice Lamberti. Casi siempre es inútil investigar. La omertá salva a los parásitos. Cuantos más aplastas más aparecen. Pero es igual, hay que aplastarlos igual”.
Ese es el espíritu que preside las novelas de Scerbanenco: el éxito no es nunca la señal de una esperanza, un día de gloria no borra nunca un minuto de miseria. La frontera entre delincuentes y héroes es a veces sutil. Lamberti es un ex convicto, un médico que ha conocido los rigores y la hipocresía del código penal. Un médico como Céline, como Chéjov, un hombre que sabe que el hombre es sangre, cerebro, venas, disepsia, infarto, cáncer, que entiende que el delito es siempre un comercio de carne humana.
Una biografía novelesca
De Scerbanenco hay apenas tres novelas editadas en España, gracias a Akal: La cueva de los filósofos, Nadie es culpable y La muñeca ciega. A estas tres hay que añadir la más reciente Matar por amor, que Almuzara publicó en su colección Tapa negra. De Venere privata, la gran novela de este autor, hay una versión española den Noguer, de los años setenta, como señala uno de nuestros lectores, y en Akal, esta de 2012.
La edición que hemos leído es la de Garzanti de 2019, y está acompañada de una breve autobiografía de Scerbanenco en la que narra algunos episodios de una biografía azarosa y trágica. Nació en Rusia, de madre italiana y padre ruso. A su padre lo fusilaron los rojos de la revolución leninista. Regresó a Italia con su madre, que murió pocos años después, de un cáncer. Scerbanenco puso su segundo nombre (Giorgio) por delante del primero (Vladimir) para dejar de sentirse un extraño en Italia.
Pasó por todos los oficios humildes, lo leyó todo en horas nocturnas, hasta que llegó, gracias a un amigo, a la Rizzoli, donde le dieron un trabajo de escritor. En ese breve texto, Scerbanenco cuenta su primer amor, su fuga de Italia en el final de la Segunda guerra mundial, camino de Suiza. Su regreso, sin un duro, hambriento y sucio, a Milán. Sin vanidad. Nunca la tuvo. A pesar de estar a la altura de grandes de la novela negra como Simenon.