Virtuosismo, herramienta narrativa o simple ejercicio onanista?

A veces el artefacto devora a su función y se convierte en un objetivo en sí mismo

¿Por qué a los cinéfilos nos fascina el plano secuencia? Evidentemente implica planificación y pericia técnicas, así como un trabajo impecable de los actores y actrices implicados. Además, en cierto modo, es también real, dado que vemos la vida en plano secuencia. Pero en ocasiones el ejercicio es forzado y no siempre aporta a la narrativa cinematográfica.

¿Qué es un plano secuencia?

Realmente no existe una definición fija, sino es más bien una aproximación. Para Wikipedia en español es una toma larga sin cortes que incorpora movimiento de cámara y/o cambio de escenario. En cambio, para Wikipedia en inglés, es una toma más larga de lo habitual, que puede incorporar movimientos de cámara y de actores. Pero no existe regla fija que señal cuál esa duración mayor. Tampoco, ciñéndonos a definición de la Wikipedia en español estaría claro cuántos movimientos de cámara justificarían definir un plano de mayor duración como plano secuencia.

El falso plano secuencia

La soga, el tiempo real en un falso plano secuencia único y un espacio cerrado que incrementa la sensación de opresión
La soga, el tiempo real en un falso plano secuencia único y un espacio cerrado que incrementa la sensación de opresión

Una variación sobre el concepto anterior. En el falso plano secuencia no hay una toma única, sino la sensación de estar ante una toma única. Se hace a menudo con tomas muy largas o cuando existen grandes dificultades para conseguir la continuidad, pero se desea mantener el efecto. Los cortes se disimulan en pasos por zonas oscuras o, en la actualidad, añadiendo imágenes de transición de manera digital.

Un ejemplo clásico es el de las transiciones en La soga (Alfred Hitchcock, 1948). Aquí el director, limitado por la duración de los rollos de película, hacía las transiciones utilizando primeros planos de objetos son características especiales. Por ejemplo enfocando en la espalda de un actor y continuando desde ahí tras el cambio de rollo de película.

Otros ejemplos en los que tenemos la sensación de tener una larga toma única para toda la película podrían ser Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014) o 1917 (Sam Mendes, 2019). Ambas parecen haberse filmado en una única toma y, aunque no es realmente así, el número de tomas sigue siendo muy reducido.

¿Por qué nos encanta?

Existen dos motivos fundamentales. Si está bien hecho, un plano secuencia nos pone dentro de la escena, la dota de realismo. Pensemos que las personas vemos el mundo en plano secuencia con cortes que corresponden al parpadeo. Una de las sensaciones que aporta es que la acción está sucediendo en tiempo real.

El segundo motivo es de admiración técnica. Requiere la coordinación de cámaras, iluminación, tomas de sonido, efectos especiales si los hay… y exige que los actores y actrices estén en sus marcas en los instantes precisos e interpreten sus texto sin errores y en el momento exacto. También requiere una buena coordinación de los figurantes.

Fue esa peripecia técnica y el homenaje a la misma, lo que nos enamoró de One Cut of the Dead (Shinichiro Ueda, 2017).

Escena y vista de la toma de ésta, La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011). Un baile de movimientos de cámara y bloqueo de actores.

Pero no sirve para todo

Una de las reglas de un buen guion, al menos según Hollywood, es eliminar todo lo que no ayude al progreso de la historia. En un abordaje convencional, desplazarse un lado a otro, salir y entrar de un edificio… serían habitualmente cortados. Así que, al planificar un plano secuencia, hay que hacer que haya contenido, y no mero relleno, durante toda su duración. Y esto puede ser increíblemente difícil de lograr.

Otro problema es el ritmo. Se hacen cortes rápidos para añadir ritmo, pero en el plano secuencia no podemos hacer esto. Y salvo en escenas vertiginosas, un plano muy largo puede contribuir a dar sensación de lentitud. Y así el realismo, la vida que pretende trasmitir esta herramienta se puede convertir en desconexión.

Otro problema es el diálogo. Pasar de uno a otro no es algo sencillo, como en un plano-contraplano. Así que una conversación se ha de producir a lo largo de un paseo o durante un trayecto en automóvil, un viaje en tren…

También limita la capacidad de transmitir tensión entre dos personajes. A menudo haremos un primer plano de reacción en medio de una conversación tensa, incluso un primerísimo primer plano. Pero aquí para pasar rápidamente de un personaje a otro hemos de usar de recursos como el whip pan, que quizá una vez puede estar bien pero que, a lo largo de toda una conversación, resultaría hasta mareante. Y tampoco será sencillo ofrecer un repentino primer plano de un actor sin pasar antes por un plano medio… es decir, la sensación de reacción súbita es complicada de trasmitir.

Y finalmente hace complicado yuxtaponer imágenes no necesariamente coincidentes en tiempo y o en espacio. Esto, que se hace para inducir una asociación de ideas (el famoso efecto Kuleshov) o para provocar un fuerte contraste. Véase por ejemplo la escena de El Padrino (Francis Ford Coppola, 1972) cuando se asocia el asesinato de numerosos mafiosos con el bautismo del hijo de Michael Corleone.

Algunas escenas notables…

Existen planos secuencia que han dejado huella en la historia del cine. Uno de ellos es el mítico plano con el que arranca Sed de mal (Orson Welles, 1958). Hay un segundo plano secuencia menos espectacular pero no menos meritoria y que requiere coordinar a muchos actores que se mueven dentro de un pequeño apartamento. También podríamos mencionar el paseo por las trincheras en Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957). Otro sería el travelling del triciclo de El resplandor (Stanley Kubrick, 1980). Y quizá el comienzo de The Player (Robert Altman, 1992).

El impresionante plano secuencia con el que Welles inicia Sed de mal

Hay que mencionar la escena de la entrada al restaurante de Uno de los nuestros (Martin Scorsese, 1990). Habría que incluir la pelea en el pasillo de Oldboy (Park Chan-wook, 2003). Y también podríamos incluir el plano secuencia del coche que tenemos en Hijos de los hombres (Alfonso Cuarón, 2006), aunque no sería la única en esta cinta.

Hijos de los hombres

… e incluso películas completas

Pues sí, hay cineastas que llevan el artificio al extremo y filman una cinta con un único plano secuencia real. La apuesta es brutal, la planificación meticulosa, los ensayos extenuantes, coreografías imposibles de actores y técnicos, un error de último minuto puede echar abajo hora y media de rodaje…

Podemos citar algunas cintas comerciales como son Timecode (Mike Figgis, 2000), El arca rusa (Aleksandr Sokúrov, 2002), PVC-1 (Spiros Stathoulopoulos, 2007), Victoria (Sebastian Schipper, 2015) o Hierve (Philip Barantini, 2021), todas ellas filmadas en una única toma. No son las únicas, así que si alguien tiene curiosidad, enlazamos un listado: cintas rodadas en una única toma.

Malos usos

En el empeño de demostrar pericia técnica podemos insertar un largo plano secuencia que se haga repetitivo o que acabe frenando el avance de la historia. También puede ocurrir que, para facilitar su realización, nos alejemos de la intimidad de la acción, generando cierto desapego o falta de tensión.

Tenemos dos ejemplos opuestos de esto último en sendas películas de peleas recorriendo una escalera. Por un lado Atómica (David Leitch, 2017) y por el otro Thai Dragon (Prachya Pinkaew, 2005). La paradoja es que tengamos la intensidad que tenemos en la escena de Charlize Theron, al fin y al cabo una actriz, frente a la falta de tensión en la escena de Tony Jaa, un reconocido experto en artes marciales. Compartimos ambas y que el lector pueda emitir su juicio.

Pelea en las escaleras de Atómica
Pelea en las escaleras de Thai Dragon

En conclusión

El plano secuencia es una herramienta más del repertorio disponible para el narrador audiovisual. Es una herramienta exigente a nivel de planificación, coordinación de los técnicos, ejecución de los intérpretes.. Es una manera de presentar la imagen que nos puede acercar a una sensación de realismo. Pero a veces se usa como mero ejercicio de exhibición sin que aporte a la narrativa cinematográfica, e incluso resultando contraproducente al frenar el ritmo de la cinta o separarnos de la intimidad de lo que se está viviendo en la pantalla.

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