Breve historia de la filosofía moderna. De Descartes a Wittgenstein. Prólogo de Gregorio Luri. Editorial Ariel. 19,90 €
En tiempos de «pensamiento chatarra», todo libro de Scruton es un placer, un viento fresco, una tarde clara de otoño. Como dice Gregorio Luri en el prólogo a Breve historia de la filosofía moderna, Scruton era un polímata. Uno que sabía de todo. Se entregó con pasión al conocimiento y al disfrute de la vida, con sabiduría, sin complejos. Bebo, luego existo, es uno de esos libros cordiales, de profundo amor a las creaciones humanas, en este caso al vino. Fue músico, se interesó por el medio ambiente o por la arquitectura. Interesarse, en el caso de Scruton, es entregarse a fondo, con pasión, a la tarea de conocer, para preservar. En él la palabra conservador adquiere el valor de «los que mantienen y transmiten el fuego». Escribió óperas, fue un competente organista en su parroquia, y asesoró al gobierno británico en materia de arquitectura. Fundó una granja y fue un notable jinete en la caza del zorro.
De Descartes a Wittgenstein y vuelta
La clave de Breve historia de la filosofía moderna está en la última línea de la introducción, escrita por Roger Scruton. «Me sentiría satisfecho si sirviera al lector para comprender y disfrutar las obras de los filósofos aquí tratados». El libro es una «visión sintética de la historia de la filosofía moderna, desde una perspectiva analítica». Scruton es un autor brillante y claro, que abre con facilidad la puerta de pensadores tan profundos como Kant. Traza en esta Breve historia las corrientes del pensamiento moderno que parten de Descartes y desembocan en Wittgenstein, en la certeza de que «en los asuntos humanos existe un misterio que no es posible desentrañar por medio de la investigación científica».
Porque Scruton sabía, como señala Luri en el prólogo, «que no habitamos el mundo de la ciencia, sino el de la vida; que cada ciencia es, de hecho, una reducción específica de la vida. En el mundo de la ciencia hay causas eficientes y consecuencias necesarias; en el de la vida hay razones polémicas (…) La experiencia humana es mucho más rica en matices e intensidades que la ciencia»
Conservador e inconformista
Quienes no conozcan la obra y la vida de Scruton deben asomarse al prólogo a Breve historia de la filosofía moderna de Gregorio Luri. Define a Scruton como «el tipo de pensador inconformista del que toda sociedad libre debiera sentirse orgullosa, siempre que sea capaz de distinguir entre inconformismo y estridencia». Fue un filósofo en el sentido puro del término, alguien que buscaba en el saber, sin mirar el precio que tuviera que pagar. Sufrió el desprecio de los progresistas. Pero perseveró en su forma de ser, en su forma de pensar, en su vinculación con la Iglesia de Inglaterra y en su ser conservador. «Las cosas buenas se destruyen fácilmente, pero no se crean fácilmente».
En los años ochenta colaboró con los disidentes del Este, en especial con los checos. Mantener su camino hacia la verdad le costó el boicot académico. Su conservadurismo era una forma de amor por lo propio, por las tradiciones, las instituciones y los hábitos sociales. El saber práctico de quienes las han desarrollado durante siglos, merece nuestra confianza. Ese amor a lo propio le llevó a desarrollar un «ecologismo conservador» basado en el respeto al medio ambiente como un fin en si mismo. El mundo y la naturaleza son una «creación», objeto por tanto de aprecio estético, ético y espiritual.
Las tonterías francesas
Fue, por fin, uno de los pocos filósofos que se ha atrevido a denunciar la palabrería hueca y banal con ínfulas de los filósofos franceses, los Althusser, Lacan, Deleuze o Badiou. Pensadores de la nueva izquierda, publicado en 1985, fue el final de su carrera en la universidad. Hoy seguimos dándole las gracias por esa obra. Porque la vida es dar gracias. Lo dijo en su última entrevista, cuando los diagnósticos no dejaban lugar al optimismo. «Al acercarte a la muerte empiezas a saber cuál es el significado de la vida. Y lo que significa es gratitud».
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