Poesía completa. Stefan Zweig. Traducción de Leonor Saro. Prólogo de Gonzalo Torné. Hermida editores
Cuerdas de plata. Stefan Zweig. Edición bilingüe. Traducción de Richard Gross. Prólogo de César Antonio Molina. Editorial Fórcola
Dos libros, dos editoriales, coinciden en este otoño en rescatar la poesía de Stefan Zweig, lo menos conocido de un autor muy conocido entre nosotros. La obra de Zweig ha sido popular en diferentes épocas y por distintas razones. Durante un tiempo se celebraron sus biografías de personajes históricos, como María Antonieta, o María Estuardo. La de Fouché es maravillosa y aborda una de las personalidades más fascinantes, por su capacidad camaleónica, del siglo XIX.
Hemos tenido también, y es más reciente, la época en la que de Zweig nos interesaban los mecanismos de ruptura del imperio austrohúngaro, la primera guerra mundial, la quiebra del mundo, y la aniquilación de media Europa; sus tiempos de exilio en Brasil, sus contradicciones como judío, el suicidio. Ahora tenemos entre manos la poesía de Zweig, toda su poesía. Y en dos libros que no son excluyentes sino complementarios.
Dos tomos sobre la poesía de Zweig. Podríamos pensar que se trata de elegir entre el de Hermida editores o el de Fórcola. Conviene quedarse con los dos. Porque tienen elementos que los hacen distintos y les dan una riqueza singular. En el caso de la edición de Fórcola, el magnífico estudio preliminar de César Antonio Molina, enfocado en la biografía de Zweig, en especial en los últimos años. En el caso de Hermida, el prólogo de Gonzalo Torné, que se fija sobre todo en el valor de la poesía de Zweig y lo que nos revela sobre los “tiempos de ayer”, esa Viena anterior a la guerra, en la que no se vislumbra el oscuro nubarrón de la tragedia que avanza desde el horizonte.
Escribe Torné que si alguna de las obras de Zweig “puede considerarse como la legítima representante de la vida de Zweig en su primer mundo (el de estudiante en Viena), me inclino por señalar sus dos libros de poesía”, es decir, los dos reunidos por Hermida en un solo tomo: Cuerdas de plata y Las coronas tempranas. Es más, en estos poemas tempranos, que recibieron los elogios de los poetas de moda de la época, y de Rilke, se vislumbra una Viena que no está teñida por la amable nostalgia que la dulcifica con elogios en El mundo de ayer. Es un Viena encerrada en el tiempo, una ciudad hoy irreal, a la que Zweig reprochaba que “no tenía nada reservado a los jóvenes, sometidos a la doble presión de una educación memorística y absurda, y una represión sexual que desembocaba en continuas escenas de sordidez”.
Descubrimos aquí un Zweig cuya principal ocupación literaria es la poesía, el Zweig por tanto más genuino de ese mundo de ayer, ajeno todavía a las preocupaciones de sus obras históricas o de grandes figuras del arte. Gonzalo Torné advierte que en los poemas, casi todos breves, de Cuerdas de plata, se preserva el perfume de la época, pero también los tanteos poéticos de un escritor joven, que busca el ritmo y la voz que mejor se ajusta a su talento.
Es una poesía que oscila entre la luz y la sombra, con imágenes delicadas y evanescentes. Una poesía que prolongación, en sus sonidos, de la lírica del romanticismo, de Byron o de Keats. La poesía de Zweig, dice Torné, se mueve “entre las energías represivas, no tanto para superarlas como para remover sus aguas y convertirlas en buena parte de la sustancia de los poemas”. Una poesía cargada de anhelos: “Cómo sueño una noche apacible, suave y perfumada con los tesoros del sueño y llena de prodigios, que me devuelva a mis mundos y apacigüe la congoja de mi espíritu”. Estremece pensar que su vida, la de Zweig no tendría ni una sola noche más de ese tipo que ansiaba.
En el prólogo de César Antonio Molina para Cuerdas de plata de Fórcola, aborda dos cuestiones fundamentales: la actitud silente de Zweig ante la cuestión judía y el suicidio del autor en Brasil. Suicidio que muchos tomaron como un acto de cobardía. Molina repasa las circunstancias de Zweig y de Lotte, su esposa, su inadaptación, la amargura del exilio, la impotencia ante el sufrimiento en Europa.
Molina repasa también la arremetida de Hannah Arendt contra Zweig en Retrato de un periodo. Para la filósofa, el escritor fue “ese judío que nunca quiso serlo o que no quería saber que lo era hasta que vio cómo llegaban a su país las olas de antisemitismo que a él no lo libraban de esa peste excluyente y racista”. Molina afirma que ese texto es una profunda injusticia solo disculpable por las circunstancias en la que fueron escritas esas líneas. Y termina repasando sus relaciones con otros poetas, y sus versos llenos de premoniciones: “Nunca se ama más la vida que a la sombra de tener que dejarla”
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