‘Verbolario’, la palabra desnuda de Rodrigo Cortés

Verbolario. Rodrigo Cortés. Random House

Cineasta de profesión, Rodrigo Cortés ha seguido los pasos de Ambrose Bierce, y su Diccionario del Diablo, aquella sátira filosófica que el propio Cortés lamenta no haber podido conseguir en la edición que Galaxia Gutenberg puso en el mercado a principios de este siglo XX. ·Aquella edición, «la más cuidada y la más completa», como dice Cortés, la prologaba Ernest Jerome Hopkins, profesor emérito de periodismo de la Universidad Estatal de Arizona, que hablaba, en otros asuntos, del «rechazo de Bierc4e de los conceptos platónicos y de la lógica que no fuera acompañada de la intuición como medio de encontrar la verdad; a su audaz asunción da la muerte como fenómeno natural de la vida y a su iamgen de una deidad poco comprensiva con la raza humana».

Bierce se refugió en la sátira, en la risa, en la levedad, en el ingenio. algo similar ocurre con este Verbolario de Rodrigo Cortés, que oscila entre la greguería, la sátira, la ironía o el trallazo dialéctico.

verbolario

Vean si no lo que el Verbolario dice de la palabra informador: «activista encerrado en el cuerpo de un periodista». El libro nace, como cuenta Cortés en su prólogo introductorio, a la sombra de Mingote, en la que fuera su casa, animado por el regalo que Isabel, la viuda del humorista, hizo a Cortés, que había descubierto en la biblioteca de Mingote la edición de El Diccionario del Diablo de Galaxia.

Es decir, que el Verbolario, producido primero como sección diaria del periódico ABC, nace en ese pliegue del diario impreso en el que el escritor o el humorista descubren aquello a lo que no llega el redactor, el informador, sea activista o no lo sea.

Y es que, como dice Bierce en la voz diccionario del que dedicó al diablo, se trata de un «malévolo artefacto literario para restringir el crecimiento de un idioma volviéndolo envarado e inflexible». el de Bierce, sin embargo, «es un disparo letal para los gusanos y hace llorar a los niños». El de Cortés no llega a ese grado de utilidad y sadismo, pero nos revela a menudo la zona de sombra de las palabras, el contrasentido que encierran muchos de los términos que utilizamos. Así, lo inolvidable tiene mucho de «irreversible», y los izquierdistas son «de derechas pero con mejor marketing»

Cortés no busca en Verbolario el juego de palabras que era la técnica preferida de Coll en aquel diccionario que fue un superventas en los años ochenta y que definía brújula como «mujérula que vuela sentada en una escóbula». En Verbolario hay humor pero se trata de una broma de estilo intelectual, armada en su base con las cargas de profundidad de la ironía. Las palabras dicen en el diccionario clásico, en el de la RAE cosas que no nos sirven para alcanzar a abarcar todo el significado que la vida ha cargado sobre los términos. Así, la palabra comisión se define, en una de sus acepciones, como «la forma que el banco tiene de recordarle al cliente para quién trabaja», y el incondicional es todo «seguidor con la daga a punto». Cortés convierte el diccionario en un artefacto diabólico, porque a menudo las palabras significan lo contrario de lo que dicen, enmascaran la realidad, son un disfraz, una mueca, como en cotilla: «siempre pendiente del otro (y por tanto, solidario)»

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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