Caballo negro carbón. Robert Olsmtead. Traducción de José Luis Piquero. Hermida editores.
Las novelas Robert Olmstead tienen un sonido de fondo clásico, una permanente evocación de los grandes relatos. Caballo negro carbón mantiene esa profundidad humana de las historias que remiten, sin citarlas, a la Odisea, a la Eneida, al Jasón de los Argonautas, a las historias bíblicas. Un joven deja su casa a petición de su madre. Viven en las montañas. No han visto otro mundo. La madre se guía por instintos, por sentimientos telúricos, por barruntos. La novela transcurre entre los meses de mayo y julio de 1863. El punto de inflexión de la Guerra de Secesión que terminaría con la paz de Appomattox en 1865, tras la batalla en la que Lee rindió sus armas.
Jackson ha muerto
Hettie Childs es la madre de un joven Robey que apenas tiene catorce años. La madre recibe un día la noticia de la muerte del general Thomas Jackson. Podríamos decir que más que conocer la noticia la siente. Porque no sabemos quién se la ha contado. Y la deja caer en la casa cuando baja de las altas praderas: “dijo suavemente y lo repitió, con la voz que empleaba cuando él no parecía comprenderla y que parecía clausurar el tiempo: Thomas Jackson ha muerto”
Estamos en mayo de 1863. La muerte de Jackson es un golpe a la moral de las tropas del sur. Hettie pide a su hijo que vaya en busca de su padre. Le prepara una casaca reversible, teñida por un lado con el color de los Confederados, por el otro con el azul de los Unionistas. Con un zurrón de comida, a caballo de un percherón, y armado con cuatro consejos básicos, Robey deja su casa con la promesa de regresar antes de julio. La madre le dice a su joven hijo, el único que tiene, que no se fie de nadie, que tenga mucho cuidado de quien le ayude, y que consiga pistolas: “Si crees que alguien va a dispararte, ten por seguro que lo hará y que tienes que dispararle tu primero”.
No fiarse de nadie
Robey no tarda en tener problemas. Algunos consejos de su madre se convierten pronto, según su primera experiencia, en incómodas desconfianzas. Pero su ingenua lectura del mundo más cruel y despiadado que pudiera encontrar le arrastra a la desgracia. Novela de iniciación, viaje a los infiernos de una guerra civil cruda, Robey se enfrenta a un mundo en el que se ha desatado la lucha más espantosa por la vida. La búsqueda del padre le lleva hasta la batalla de Gettysburg, a ese campo posterior al enfrentamiento más sangriento de la guerra: 150.000 soldados en un campo en el que quedaron más de 50.000 muertos.
Olmstead describe el paisaje después de Gettysburg con una prosa conmovedora: “en algunos lugares se notaba agitación, cuerpos que aún se retorcían, como si las almas intentasen volar, pero él supo que en aquel entorno hasta las almas habían sido asesinadas, y lo supo muy dentro, aunque su madre le hubiera dicho que, cuando el cuerpo muere, el alma es inmortal. Entonces se alzó una cabeza y un macilento rostro de muerte atrajo su atención. Sonrió y pronunció un nombre dirigiéndose a él con los ojos muy abiertos por el reconocimiento. Se acercó y cuando se inclinó, unas manos trataron de sacarle los ojos y no pudo hacer otra cosa que patear la cabeza del hombre para salvarse, y pensó: “En la guerra, incluso los muertos te matan”
Barro, sangre, lágrimas
En ese lodazal empapado de sangre, rodeado de muertos, de miembros amputados, de gritos, de dolor, de soldados carroñeros y de miseria, la vida se abre paso como un milagro. Ese Caballo negro carbón es el símbolo de la fuerza y de la bravura, la gran lección que Robey aprende en su viaje de dos meses por los campos de batalla de la guerra: que “una persona se acostumbra prácticamente a todo si va sucediendo lo bastante despacio”, y que la vida, su vida, será a partir de entonces una vigilia constante para esperar la llegada del mal y abatirlo, antes de que te dispare. Novela de ecos clásicos, de aire nietzscheano, Caballo negro carbón es un título imprescindible en las interpretaciones que la literatura americana ha dado a la Guerra Civil.
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