‘Habitación sin vistas’, el vértigo de la gran guerra, el síndrome de Sansón

Habitación sin vistas. Diario de guerra en Tel Aviv. Dror Mishani. Traducción de Sonia de Pedro. Anagrama Crónicas.

Dror Mishani es un escritor israelí. Su género es la novela negra. El 7 de octubre se encontraba en Toulouse, inmerso en una semana de divulgación de esa literatura que explora los motivos del crimen, las formas en las que se asesina. Antes de amanecer recibe la primera señal de que algo va mal en Tel Aviv. No piensa en la guerra. Cree que algo ha fallado en su casa. Cuando recibe las primeras noticas del ataque de terroristas de Hamás contra los asistentes de un festival de música, el asalto de hombres armados a un kibutz, la toma a tiros y con granadas de una comisaría de policía, sabe que la gran guerra ha comenzado. Escribe un diario. Son notas sobre la evolución de la guerra, los cambios en la vida de su entorno más cercano. En el diario expresa el vértigo de una espiral suicida.

habitación sin vistas

Dror Mishani se atreve a escribir un primer artículo: «¿Y si tal vez no haya que borrar inmediatamente Gaza del mapa?… Tal vez haya que admitir el gran golpe que hemos recibido, la enormidad del dolor, aceptar la derrota y no trata de borrarla enseguida con una acción que en apariencia puede ser una victoria, aunque en realidad no es más que una concatenación del sufrimiento para que se traspase a otro lugar, a los habitantes de Gaza, y con ello, en realidad, se volverá eterno».

Todo se precipita en contra de esta idea, y sin embargo se hace necesario que alguien vaya contracorriente. Dror Mishani regresa a Israel y se encuentra un país paralizado en la calle, movilizado en sus fuerzas armadas, aterrorizado ante la posibilidad de nuevos ataques, temeroso de que la guerra se amplíe a otros países: Líbano, Siria, Irán. Su esposa tiene miedo de que publique artículos con ideas antibelicistas, su hija está convencida de que la respuesta del estado, la invasión de Gaza, ha sido la correcta, la única posible.

En su reflexión anotada, Mishani recoge citas de la Ilíada; un secuestro provoca una guerra en la antigüedad griega, que Homero convirtió en la gran obra de la literatura épica. El autor toma de su biblioteca las obras que le traen ecos de otras guerras: en la Biblia, en el Libro de los Jueces. Pasan los días, y mientras intenta recuperar sus clases de literatura en la universidad, se apunta como voluntario para recoger las lechugas de un kibutz que se pudrirán si nadie las cosecha. Los obreros agrícolas palestinos o asiáticos han huido o no pueden cruzar la frontera para trabajar. Y busca historias para contar lo que ocurrió el 7 de octubre: la de un policía de una comisaría que resistió el ataque, la de los tres rehenes que escaparon de sus captores de Hamás y fueron abatidos por el fuego de soldados de Israel, que desconfiaban. La de Yuval Castleman, que disparó contra los terroristas que, semanas después, cometieron un atentado en Jerusalén, Yuma fue abatido por otro policía israelí, que lo confundió con un terrorista. «Cosas que pasan», comenta Netanyahu en la televisión.

Y evoca el grito de Sansón antes de derribar la casa donde los filisteos le tienen atado: «Muera yo con los palestinos», como si esa proclama suicida fuera el eco que se escucha en la guerra de 2024. En las últimas palabras de su diario, Mishani anota la posibilidad de que la Biblia sea el problema, un Dios que pide una nueva masacre, una «nueva carnicería para mostrar su rostro». El texto de Mishani expresa el cansancio existencial de vivir siempre en guerra, el imposible sueño de la paz. Busca escapar de esa espiral de siglos de violencia. Por mucho que pensemos que esta guerra era inevitable, que fue Hamás quien la comenzó y que no podía detenerse hasta que los rehenes fueran entregados y asegurada una larga temporada sin invasiones, su voz se hace necesaria, porque la guerra no debería ser una etapa más hasta el próximo conflicto, no una tregua más o menos larga. Se trata de un diario de notas, donde se apuntan hechos, impresiones, sueños de la vida cotidiana. No busque el lector análisis complejos sobre geoestrategia. Mishani funciona en el plano de la razón que siente, y su texto, breve y profundo, no le dejará indiferente.

Alfredo Urdaci
Alfredo Urdaci
Nacido en Pamplona en 1959. Estudié Ciencias de la Información en la Universidad de Navarra. Premio fin de Carrera 1983. Estudié Filosofía en la Complutense. He trabajado en Diario 16, Radio Nacional de España y TVE. He publicado algunos libros y me gusta escribir sobre los libros que he leído, la música que he escuchado, las cosas que veo, y los restaurantes que he descubierto. Sin más pretensión que compartir la vida buena.

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