Es fácil asumir que los deportes que practicamos o vemos en televisión han existido desde siempre, como si fueran una parte inherente de nuestra cultura. Sin embargo, la historia detrás de algunos de ellos revela que su creación es relativamente reciente y está profundamente influenciada por el contexto social, político y económico de cada época. Desde experimentos en un patio trasero hasta acuerdos internacionales, los deportes han evolucionado y, en muchos casos, han surgido de maneras inesperadas.
El fútbol, de los pueblos medievales al reglamento moderno
Aunque el fútbol en su forma más básica tiene raíces ancestrales —con juegos similares practicados en diversas culturas desde hace siglos—, el fútbol moderno tal como lo conocemos nació en Inglaterra en el siglo XIX. En los colegios británicos se practicaban diferentes versiones de juegos con pelota, lo que derivaba en confusiones y conflictos. Para solucionar este problema, en 1863 se fundó la Football Association, que estableció un conjunto de reglas comunes. Este momento marcó el nacimiento oficial del fútbol reglamentado, sentando las bases para lo que hoy es el deporte más seguido en cualquier casa de apuestas y el más aclamado por los aficionados en todo el mundo.
El baloncesto, una solución al aburrimiento invernal
A diferencia de otros deportes con orígenes difusos, el baloncesto tiene un inventor conocido: James Naismith. En 1891, este profesor de educación física en Springfield, Massachusetts, buscaba una actividad que sus alumnos pudieran practicar en interiores durante el invierno. Con una pelota de fútbol y dos canastas de melocotones, Naismith diseñó un juego con reglas simples, cuyo objetivo principal era anotar puntos lanzando la pelota dentro de las canastas. Lo que comenzó como una solución improvisada se convirtió en un fenómeno global, dando lugar a competiciones como la NBA y los torneos olímpicos.
Un deporte ligero para todos, el voleibol
Apenas cuatro años después de la invención del baloncesto, otro deporte nació en Estados Unidos. En 1895, William G. Morgan, un colega de Naismith, creó el voleibol como una alternativa menos exigente físicamente que el baloncesto. Originalmente se llamó «mintonette», y el juego permitía a personas de todas las edades participar sin riesgo de lesiones. Creció rápidamente y, tras algunas modificaciones en las reglas, se convirtió en uno de los deportes más practicados en el mundo, especialmente en su versión de playa.
De los salones aristocráticos a las pistas modernas de tenis
El tenis tiene raíces más antiguas que muchos deportes modernos, pero su versión contemporánea se desarrolló en el siglo XIX. Aunque los juegos con raqueta y pelota eran comunes en la Europa medieval, fue en 1874 cuando el mayor Walter Clopton Wingfield diseñó una versión reglamentada para practicar al aire libre, conocida como «Sphairistike». Poco después, el deporte adoptó el nombre de «tenis» y se popularizó entre la aristocracia británica, para luego extenderse por todo el mundo. Hoy, eventos como Wimbledon y el Roland Garros son solo algunas de las competiciones más seguidas en las apuestas deportivas, y auténticos ejemplos de cómo este deporte evolucionó para convertirse en un emblema cultural.
El rugby, un giro del fútbol
Por último, y según la tradición, el rugby nació en 1823, cuando William Webb Ellis, un estudiante de la Rugby School en Inglaterra, decidió recoger la pelota con las manos durante un partido de fútbol y correr con ella hacia la meta. Aunque la veracidad de esta historia no está muy clara, lo cierto es que el rugby llegó a ser un deporte con reglas propias hacia mediados del siglo XIX. Su enfoque físico y estratégico lo convirtió en un deporte único, que dio lugar a variantes como el rugby league y el rugby sevens.