Ya analizamos en FanFan la última peli de Tarantino, pero apenas unos meses después puedes disfrutarla desde tu propio hogar.
En este mayo que comienza y antes de poder salir plenamente a la calle tras la pesadilla que ha supuesto el Covid 19 para la población, puedes tener esta opción de entretenimiento
En estrenos de Movistar Plus se puede visualizar una película estupenda del año pasado de Quentin Tarantino: Érase una vez en Hollywood. Óscar y Globo de oro para Brad Pitt por su papel de Cliff Booth, el inseparable amigo de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su especialista, es decir, el hombre que rueda las escenas peligrosas en sus películas.
Chavales, a lucirse
Me ha gustado mucho Once upon a time… in Holywood. Lo que más valoro de ella es el papelón que hacen los dos consagrados actores: Pitt y DiCaprio. Cierto que Tarantino les ha puesto la miel en los labios, les ha dado la palmadita en la espalda y les ha dicho: “Venga, chavales, a lucirse” Y ellos, que saben bastante de esto del cine, se han lucido.
Creo que en general a la crítica y al público les gustó esta historia que se estrenó, más o menos, en el verano de 2019. No la vi entonces. Y la he visto ahora en Movistar.
Una obra maestra más del genial Quentin Tarantino
Entre la variada y extensa filmografía de Tarantino se pueden nombrar Pulp Fiction, inolvidable y más que sobresaliente, Reservoir dogs, o Django desencadenado que, al menos a mi, me parece obra maestra en sus primeros tres cuartos de duración.
Pero es que con Érase una vez… Tarantino vuelve también a brillar. ¿Por qué? Pues intentaré dar mis razones.
Emotivo alegato a favor de la amistad
No me extraña que Pitt le echara flores a DiCaprio en los Globos de Oro. Su química en la película está muy patente. Funcionan bien juntos. Yo diría que LDC merecía más por este trabajo, porque no es fácil interpretar a un actor americano en decadencia.
Es muy ilustrativo cuando el magnate del cine Al Pacino le da el ultimátum: sólo podrías triunfar en los spaghetti western que se hacen en Italia y España, viene a decirle. Claro, así lleva él el tema con constantes recurrencias a las “Margaritas”, a los cubatas y a toda clase de alcoholes. Me chifla la escena en la que se habla a sí mismo para jurarse que no va a beber nunca más, y automáticamente se echa un trago de su petaca. Muy representativo de su personaje
Ambientación sui generis de los años sesenta
Tarantino es el director y como tal el que manda. Así que él da vía libre a su visión del Hollywood de los años 60, concretamente 1969. Se observa en los decorados, se observa en los vehículos, en los rodajes, en la comuna hippie a donde llega Brad Pitt después de subir a una chica que hace autostop, “el pajarito”. Digamos que esa chica es una especie de cebo, sólo que se ha equivocado de víctima. No desvelo más sobre esto. Se observa también en las espléndidas mansiones y en la vida del lujo que se sugiere de las estrellas de cine emergentes y sus directores, como el polaco Polanski, que acaba de rodar El hijo de Rosemary, La semilla del diablo. ¡Que casualidad que Dalton sea vecino de Sharon Tate!
Juego con la historia real para dar su versión
Tarantino da una versión (y no hay que olvidar que esto es un cuento) de los terribles hechos que sucedieron a Polanski y su pareja Sharon Tate en agosto de 1969. Román no estaba, pero bien que padeció después la soledad y el trauma de lo ocurrido.
Pero realmente Quentin nos cuenta algo paralelo y que podía haber o no pasado. Nunca lo sabremos. ¿Quien nos dice que esto no fue realmente así?
Para no decir demasiado, el desenlace me parece excelente y propio de la trayectoria del director
¡No está nada mal tener una lanzallamas de un rodaje en casa! ¿Verdad?
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