Los hombres de lo eterno. Conferencias 1945-1980. Gustave Thibon. Traducción de David Cerdá. Rialp
Nacido en 1903 en Saint-Marcel d’Ardèche, Francia, Thibon se crió en el seno de una familia rural profundamente católica.Su formación intelectual estuvo marcada por autores como Charles Maurras, Jacques Maritain y Léon Bloy, quienes influyeron en su visión del mundo.Vivió dos guerras mundiales, lo que le llevó a reflexionar sobre la condición humana, la libertad y el destino. Su vida está marcada por su padre, campesino y poeta, y por la pérdida de su madre a la edad de 15 años. Y su pensamiento por figuras como Maritain, Nietzsche y Simone Weil. Fue siempre un cristiano inclasificable.
Rialp nos presenta en este tomo veinte de las mejores conferencias de Gustave Thibon, veinte ejemplos de su mirada lúcida, que nos ayuda a entender nuestro tiempo. El editor las ha atado con el título de Los hombres de lo eterno, porque atiende a uno de los impulsos del pensamiento de Thibon: actuar siempre con un propósito de permanencia: «ni conservadores que bloquean el futuro ni progresistas que niegan el pasado: debemos ser, ante todo, hombre de lo eterno, hombres que renuevan lo mejor del pasado mediante una fidelidad alerta y activa, siempre interpelada y renaciente». Todo lo que no pertenece a la eternidad, decía, pertenece al tiempo perdido. Un hombre que no se consideraba ni progresista ni conservador, sino «eternista»: la belleza, la bondad y la verdad son de todos los tiempos. El verdadero progreso, añade en una de las conferencias recogidas en este libro, nace en el interior del hombre, y consiste en lo que hoy llamaríamos la conversión de los corazones; el progreso no puede ser colectivo, aunque lo sean sus consecuencias.
San Juan de la Cruz y Simone Weil
La vida y la obra de Thibon se pueden marcar por las pérdidas y los hallazgos. Y entre los encuentros que modelan su forma de pensar hay uno en la poesía, San Juan de la Cruz, y otro en la filosofía: Simone Weil. Fue en el verano de 1941. Un amigo dominico le pide que acoja a una universitaria, antigua voluntaria de las Brigadas Internacionales en España, que había trabajado en una fábrica en los años 30 para conocer de cerca la realidad obrera. En una nueva etapa, quería conocer el mundo del campo. Las leyes raciales le prohibían dedicarse a la enseñanza por su origen judío. Fue así como Thibon conoció a Simone Weil.
Superado un primer momento en el que a Thibon le incomoda la franqueza abrupta de Weil, ella le enseña griego y hablan durante horas sobre Dios y el destino del hombre. Weil se unirá a la organización de la Resistencia en Londres. Antes de marcharse, le confía a Thibon sus notas. Y Thibon sufre una conmoción: «leyendo sus cuadernos, sentí una familiaridad de alma como no había experimentado nunca; leía lo que yo había pensado y lo que esperaba». Tras la muerte de su amiga, en 1943, de tuberculosis, hizo que las publicaran con el título La gravedad y la gracia, dando así a conocer a una de las más grandes filósofas de su tiempo.
Thibon decide mantenerse lejos de los odios sectarios. Uno de los temas que aborda en los textos de Los hombres de lo eterno es la violencia desde el punto de vista cristiano. Y la cierra con unas palabras tomadas de Weil: «debemos mantener siempre nuestra atención fija en el bien puro e imposible, sin ocultarnos mediante ninguna mentira ni la atracción ni la imposibilidad del bien puro» La no violencia es imposible de alcanzar en este mundo, pero es la estrella a que debemos mirar siempre, incluso cuando la fuerza de las cosas nos llevan a la violencia. Este cristiano, que nunca fue encasillable, falleció casi centenario después de intentar poner en práctica durante toda su vida el arte evangélico «de vivir por encima del tiempo […], y no el arte de prolongar[se] en el tiempo».
Como escribe Raphaël Debailiac: «personaje aristocrático por excelencia, Gustave Thibon supo aunar la exigencia más elevada a una bondad sin condescendencia. Utilizando un lenguaje brillante, consagró su obra al servicio de la belleza, el amor y la eternidad, elevándose sin haberlo buscado al nivel de los grandes clásicos del espíritu francés».
Temas centrales:
- El arraigo a la tierra: Thibon defendía la importancia de la vida rural y el contacto con la naturaleza como fuente de sabiduría y equilibrio.
- La primacía del ser sobre el tener: Criticó el materialismo y la sociedad de consumo, abogando por una vida sencilla y austera.
- El amor como fuerza transformadora: Consideraba el amor como la base de la relaciones humanas y la fuente de la verdadera felicidad.
- La búsqueda de la verdad: Thibon era un cristiano ferviente, pero su pensamiento era abierto y dialogante con otras tradiciones.
- La defensa de la libertad: Se opuso a cualquier forma de totalitarismo y defendió la libertad individual y la responsabilidad personal.
Aportes y legado:
- Thibon fue un pensador original y prolífico, autor de más de 30 libros sobre filosofía, religión, política y educación.
- Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas y ha inspirado a lectores de todo el mundo.
- Su pensamiento sigue siendo relevante en la actualidad por su crítica a la sociedad moderna y su defensa de los valores humanos.