Historia de los cambios climáticos. José Luis Comellas. Editorial Rialp
Pierdan toda esperanza los que buscan una «respuesta definitiva y categórica», advierte el autor de esta Historia de los cambios climáticos en los primeros compases del libro. Y por eso este libro se convierte en interesante, porque es ciencia bien explicada, en un momento de pánico y de manipulación. El cambio climático, con los calores de julio, se ha convertido en el chivo expiatorio de todos los males. Ha tomado el relevo de la guerra de Ucrania, como la guerra cogió el testigo de la pandemia. Los incendios, son la consecuencia del cambio climático. Los precios de los alimentos, derivada de la emergencia del clima. Los precios de los combustibles, una primera advertencia de lo que vendrá si no dejamos de quemar hidrocarburos fósiles.
Historia de los cambios climáticos es una respuesta científica a las mentiras de la ideología y a las falacias de la política. Desde el gobierno, Sánchez, que es un gran mercader de temores, promete soluciones de izquierdas para todos estos males. Se planta en las brasas de un incendio (provocado) y dice que es efecto del cambio climático. El diario independiente nos dice un día que el calor está provocado por los coches, y al día siguiente nos advierte de que el aire acondicionado ocasiona sobrepeso. Ha llegado la gran campaña climática. Como a usted le van a volver loco y le van a cargar la responsabilidad de lo que pasa con el clima, le conviene leer este libro del profesor Comellas.
Muchos lectores de Historia de los cambios climáticos ya se han movido a partir de esta intuición. El ejemplar que he leído tiene en su portada el sello de segunda edición. El texto, ameno y escrito con rigor y pasión divulgadora, analiza los cambios climáticos que ha sufrido el planeta. Algunos son mucho más radicales de lo que experimentamos hoy. La primera certeza es la de que el clima es una condición cambiante. Comellas nos detalla las razones de esos cambios. Las que se conocen con certeza.
Hay otras desconocidas. Al final del libro, por ejemplo, apunta la teoría de que se trata de un cambio sistémico. Hay datos para asegurar que todos los planetas del sistema solar han experimentado un calentamiento. Por tanto, hay razones para pensar, como dice Nasif Nahle, que los rayos cósmicos interestelares tienen influencia en ese fenómeno. Es más, los flujos de radiación coinciden con la curva de temperatura media en la Tierra, con más precisión que las mediciones de emisiones de gases de efecto invernadero. En efecto, ha habido crecimientos de emisiones en el último siglo que no han provocado aumentos de temperatura. En esa visión del sistema solar, los planetas más alejados del sol se calientan más que los cercanos. Esa constatación nos permite afirmar que la perturbación puede venir de fuera.
Comellas es un gran divulgador, sistemático y a la vez interesante para toda clase de lectores. Comienza por explicarnos los testigos de los cambios del tiempo. Los árboles, los hielos, las barreras de coral, el análisis de las capas de la Tierra, nos dicen con precisión qué ocurrió en otros tiempos remotos. Así sabemos que el nivel del mar se elevó entre cuatro y seis metros en el pleistoceno. Hace 121.000 años. Un fenómeno que «deja en mantillas el calentamiento actual». Las tres grandes causas del calentamiento, de las que se tiene certeza, son la actividad solar, los movimientos de la Tierra (especialmente la inclinación de los polos) o los gases de efecto invernadero. Los tres gases principales que contribuyen a las variaciones de temperatura son el metano, el vapor de agua y el dióxido de carbono. Como apunta Comellas, es probable que todos ellos desempeñen su papel, pero hasta hoy no sabemos cuál es el efecto principal.
Historia de los cambios climáticos no se limita a los fenómenos físicos. Enlaza la historia del clima no solo con la biología y la botánica en la Tierra, o con la presencia de dinosaurios en el Cuaternario (más que en el Jurásico), o los efectos sobre el clima de las grandes explosiones de volcanes y la emisión de cenizas. En Historia de los cambios climáticos está también la vida y la civilización, el milagro de la Grecia clásica, o el paraíso climático de la era romana.
Está esa pequeña edad de hielo que enfría Europa en los siglos XIII y XIV, la incidencia sobre las cosechas, y cómo las plagas y epidemias se difundieron con celeridad porque encontraron una población desnutrida. Europa tuvo un periodo cálido con temperaturas superiores a las del siglo XX en los siglos IX y X. En Austria se encontró una capilla del siglo XI al deshelarse un glaciar. Y en Suecia cultivaron vides cuando el clima era, con seguridad, más cálido que el actual.
La conclusión de Comellas es que los cambios del clima son constantes, benefician a unos y perjudican a otros, exigen capacidad de adaptación, y en nuestro caso un cambio tecnológico que nos permita sustituir fuentes de energía. No tenemos la seguridad de que el giro climático se deba solo a los combustibles fósiles, pero está claro que las emisiones han contribuido a aumentar la temperatura en la Tierra. No conviene tomar soluciones drásticas, como por ejemplo provocar explosiones termonucleares, aunque tengamos la certeza de que las pruebas con bombas atómicas en el Pacífico provocaron un ligero enfriamiento de la atmósfera. Hay muchas perplejidades todavía por resolver. Por ejemplo, la que indica que el calentamiento es un fenómeno que se da sobre todo en el norte del planeta.
A los apóstoles de lo apocalíptico no les gustará este libro, a los manipuladores de la política que ven en la emergencia climática una oportunidad de desviar la atención, tampoco. Pero para el lector es una gran oportunidad de tener una visión científica al alcance de cualquiera, de comprender mejor el fenómeno, y de evitar histerias, pánico y temblores, que en nada contribuyen a encontrar formas de adaptación para un fenómeno que es inevitable, y que nadie debe cargar sobre la conciencia individual de las personas. En la Historia de los cambios climáticos uno concluye que nuestros dirigentes estarían felices de que nos comportáramos como medievales, aquellos que temían el fin del mundo en el cambio de milenio.
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