Karagarga ante la vulnerabilidad del cine minoritario

Un servicio que trata de compensar la falta de acceso a determinadas cintas en salas, en formato físico o en plataformas

La suerte me depara un artículo en el periódico canadiense The National Post. En ese artículo he descubierto Karagarga, una comunidad de aficionados al cine minoritario basada en la India. Comparten su material a través de file-sharing, compartición de archivos P2P. Aunque es un grupo cerrado, usan el protocolo de Torrent.

Ya hemos comentado en otras ocasiones la importancia del formato físico como elemento de recuerdo, de archivo, de preservación de la cultura. Y es cada vez más difícil encontrar ediciones físicas que no correspondan a los últimos blockbusters.

Logo de Karagarga
Logo de Karagarga

Muchas cintas, que sólo existieron en película, corren el riesgo de acabar dañadas como en Un segundo, extraviadas o fundidas para hacer abalorios y pulseras como plantea La última película. Otras sólo existen como ediciones en VHS o incluso como copias de calidad discutible.

Parece necesario un esfuerzo de preservación, que no se acaba de abordar. Pero la necesidad agudiza el ingenio de los aficionados y de los amantes de la cultura audiovisual. Este es el origen de Karagarga, la necesidad de preservar y de acceder a películas en peligro de desaparición o simplemente inaccesibles.

¿Cómo funciona Karagarga?

La comunidad funciona por estricta invitación. No todo el mundo puede acceder al tratarse de un grupo cerrado. Usan de servidores BitTorrent tracker privados que comparten la información necesaria para que los miembros puedan compartir sus archivos desde sus ordenadores.

Existen ciertas reglas sobre el tipo de filmes que se pueden compartir en Karagarga. Una de ellas que no pueden subirse títulos comerciales o producciones de Hollywood. Además se pide cierto nivel de calidad, capturas representativas de la película en cuestión y una descripción sensata del contenido. Se promueve que se trate de películas imposibles de ver de otro modo, normalmente títulos de culto, rarezas, trabajos experimentales o cine art house. En ocasiones las películas están disponibles pero en un estándar que no es compatible con la codificación regional del país dónde se quiere disfrutar de ellas

En los servidores de sus miembros conviven cientos de miles de títulos cinematográficos con libros, revistas y series de televisión. Los miembros de Karagarga, cinéfilos de verdad, incluso llegan a preparar subtítulos en diversos idiomas para películas que nunca han sido dobladas ni tampoco subtituladas.

Con todo esto un aficionado en un pequeño pueblo puede acceder a películas que no tendría manera de comprar, ver en una plataforma de streaming o, incluso si tiene un cine cerca, tampoco en una sala de cine. Algunas de estas cintas se proyectan periódicamente en festivales, cine clubs o filmotecas. Pero mucha gente no vive ni remotamente cerca de uno de estos espacios.

Se suele poner como ejemplo Out 1, una cinta de Jacques Rivette que se ha proyectado en muy escasas ocasiones por su duración extraordinaria. Hablamos de 773 minutos de cine de la Nouvelle Vague.

El cine muy minoritario

Out 1 de Jacques Rivette. Títulos como éste son la razón de ser de Karagarga
Out 1 de Jacques Rivette. Títulos como éste son la razón de ser de Karagarga

La realidad es que los cambios en la tecnología dejan atrás ciertos títulos más desconocidos que no son transferidos a nuevos soportes. Y los soportes antiguos se van degradando o desaparecen los medios para reproducirlos. Por otra parte, la falta de atención por el catálogo o incluso la desaparición de una productora o distribuidora, ponen en peligro la existencia de muchas películas. Todos hemos leído u oído historias de terror en las que una discográfica sufre un incendio y cientos de master quedan dañados o reducidos a cenizas.

No podemos promover la compartición de materiales sujetos a derechos de autor o de distribución. Pero sí deberíamos exigir a los archivos y filmotecas, a las productoras y distribuidoras, incluso a los autores, que busquen medios para que los títulos más minoritarios fueran accesibles al público.

Las copias, a veces únicas, no tienen apenas valor comercial y sólo pueden acabar extraviándose o destruidas, con la consiguiente pérdida de ese material audiovisual y el inevitable empobrecimiento del ecosistema cultural. La solución pasa por liberar estos materiales para que otros puedan servirse de ellos, o bien por licenciarlos en condiciones ventajosas a distribuidoras o a plataformas especializadas.

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