Gastronomía

Gofio, alta cocina canaria en el Barrio de las letras de Madrid

Gofio es un viaje a las Canarias, a todo el archipiélago. No solo porque los platos tienen una identidad encajada en gastronomía canaria, sino porque hay momentos en los que la mesa parece un grupo de islas en las que se despliega una sinfonía en torno a un ingrediente. Es el caso de la Gamba roja con mojo hervido (mojo rojo con un punto preciso de picante) aceite de carabinero y tomates, y de la Gamba blanca con mojo de cardamomo, a la que se acompaña con la cabeza de la gamba roja a la brasa.

KABUTOKAJI, una bulería gastronómica entre Japón y el Mediterráneo

Kabutokaji. En el google dicen que es un restaurante japonés, pero esa no es su alma, al menos no es todo su espíritu, porque hay momentos en que la casa parece una taberna de altura, una de aquellas donde se adora al dios de los huevos rotos. A este restaurante se viene a comer, con las manos, con los palillos, con los ojos. A sorprenderse. Hablamos con Diego Benito, que antes de llegar a Kabutokaji pasó por las escuelas de Chicote, de Andrés Madrigal en aquel mítico Balzac, a la vera del Retiro, detrás de los Jerónimos. Diego pasó unos años en Londres, y unos meses en la escuela de Luis Arévalo, uno de los grandes maestros españoles de la cocina japonesa.

El Alabardero, el regreso a la Taberna

Es Pascua, y también han resucitado las tabernas. En la calle de Felipe VI, la del Alabardero. Pisamos por primera vez sus escaleras en los años ochenta. Algunos entraban en la Taberna por ver el rincón donde se sentaba Bergamín, que iba a la Taberna no a comer, porque era más bien metafísico. Bergamín bajaba de casa, en la Plaza de Oriente, y echaba la tarde en un rincón del interior del Alabardero, donde recibía a sus amigos, y a los turistas de la transición, que querían certificar que había vuelto.

Tripea lanza Triperito: recetas de Asia y Pacífico en la puerta de tu casa

Restaurante Tripe en el mercado de Vallermoso, en Madrid

Algo no encaja en la Brasserie de Dani García en el cielo del Four Seasons

Será la falta de rodaje, o quizá la ausencia de un estilo, pero lo de Dani García en el cielo de Madrid, en las azoteas del Four Seasons deja un sabor agridulce, una sensación de improvisación, de obra mal terminada. Las piezas no encajan. Lo que se pone sobre la mesa es irreprochable. El estilo de los platos responde al nombre de "brasserie": una cervecería de ambiente relajado, de sabor urbano, con clientes que acaban de dejar su oficio por unas horas paras charlar, comer y beber en torno a una mesa. Y es la mesa una de las cosas que fallan en esta casa en las alturas desde la que se contempla el Madrid que fue un Madrid de bancos y hoy es un Madrid de hoteles, a la espera de que pasen la peste y las chapuzas. Subimos a las alturas para despedir a un amigo que cruzará el Atlántico a la espera de tiempos mejores. ¿Cómo estará esto en febrero? preguntaba. Y uno espera que para entonces, en la sala de Dani, hayan encontrado un estilo, un tono apasionado, y una atención a la altura de esta séptima planta a la que tan difícil fue subir.

La Qchara de Pachi, la mejor mesa de Madrid de cocina de mercado con inspiración vasca

La Qchara es de Pachi, pero el restaurante es de Joseba Quintana, de una familia de vieja tradición de fogones y alta cocina. Comenzaron en San Sebastián. Siguieron por el célebre Pachicu Quintana, en la carretera de La Coruña. Y ahora frente al Meliá en la calle del Poeta Joan Maragall. En estas regiones de Madrid la competencia es dura, la clientela es exigente y tiene mucho donde elegir. Es un sábado a mediodía de la era covid. La terraza está llena, con las debidas precauciones. En el interior no cabe un alma, y guardan las debidas distancias. Hay dos reservados donde cantan el "cumpleaños feliz" y del horno de la cocina salen unos rapes humeantes, unos rapes que han llegado hace unas horas a Madrid, blancos y tersos. La cocina obedece al mercado. Y el precio respeta a una clase media maltratada por el fisco y las penurias de la pandemia. La cuchara es grande. El precio chico. Y la amabilidad del personal es de una generosidad lujuriosa. No nos cansaremos de decir que una de las razones del éxito de una cocina es la sonrisa, el gesto, la cordialidad. Y La Qchara es, también en esto, una referencia.

Armando Saldaña, el chef que da la vuelta al mundo en ‘Amor de mis amores’ y ‘El gato negro’

Tiene nombre de bolero, un aire informal con mesas de madera rústica. Como si entraras en un caserío de familia antigua, con el poso de varias generaciones. Pero cuando llegan los platos, lector, es una fiesta. No dudes en comenzar por un pisco sour. Viene fresco y níveo, con una espuma blanca que ya promete aromas y colores tropicales. Armando Saldaña es uno de los chefs más originales y sorprendentes que se pueden encontrar uno en España. Su primera vida fue en México. El contexto familiar le llevó a estudiar Derecho. Pero la cocina le ganó a las leyes. Y hoy podemos celebrar esa victoria. Saldaña hace una cocina divertida, llena de colores, con vestidos peruanos o asiáticos, pero con un permanente acento mexicano. Es uno de esos chef que han ido acumulando conocimiento, influencia, detalles, imágenes, melodías. Y las interpreta todas en una cocina que va de México a Perú, de Lima al Caribe, de aquí al sudeste asiático, con ingredientes que vienen de Canarias.

Bichopalo, alta cocina de autor, en el mercado de Barceló

El bicho palo es un insecto que se camufla. Su estructura, su color, le permiten identificarse con los tallos de la vegetación herbácea. Es su estilo de supervivencia: fundirse con el contexto para confundir al depredador. En Bichopalo hay algo de esto. También el sentido del humor de los hermanos Pozuelo, que ofician en este restaurante de mercado con una amabilidad cordial y exquisita, y ofrecen una alta cocina a precios de clase media apaleada, que es en la que estamos la mayoría. La cocina es una festiva sorpresa de sabores intensos, combinaciones sorprendentes, detalles de fondo y de estética sobresalientes, y a la vez de una sólida sencillez. Bichopalo está en la planta baja del mercado de Barceló, entre puestos de hortalizas y merluzas. La barra se abre como un abrazo. Comienza la fiesta cotidiana de comer
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